sábado, 3 de mayo de 2008

Salvación x Salvación x Salvación (Última Parte)

El joven rico estaba contento. Él creía que Jesús era el Mesías y que era el Hijo de Dios. Y también había aprendido a guardar todos los mandamientos, en los que había sido enseñado desde su infancia. Sin embargo, había algo más que lo inquietaba, que remecía su corazón por dentro, “algo no estaba completo”. Él no entendía muy bien porqué, pero no resistió y tuvo que hacerle una última pregunta a Jesús: “Todo esto lo he guardado. ¿Qué me queda aún?(1); A la cual el Maestro le respondió “Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme(1).

Hemos estado conversando, durante estos dos últimos textos, sobre el camino de la salvación. ¿Qué es este camino? ¿Cómo podemos avanzar en sus sendas? Estas preguntas intrigaban a aquel joven y ciertamente también nos intrigan.

En los dos primeros mensajes reflexionamos sobre la necesidad de creer en Jesucristo como el Mesías, como el Hijo de Dios venido al mundo. Reflexionamos también sobre la trascendencia de guardar los mandamientos de Dios, y que esta trascendencia tenía relación con un cambio en nuestra forma de actuar y de vivir. Y, a lo largo de estos dos temas, también hemos estado hablando de la salvación, sin embargo, según el relato bíblico, estas dos cosas no eran suficientes, no estaban completas en sí mismas. Faltaba aún algo que agregar. ¿Qué cosa y por qué?

Quizás te has preguntado por qué le puse a estos mensajes el título “Salvación x Salvación x Salvación”. El significado de este título tiene relación con lo que nos ha estado enseñando este relato bíblico. El camino de la salvación tiene tres planos. El primer plano es el de la fe. Debemos creer, de corazón, en Jesucristo. El segundo plano es el de la obediencia en amor, como fruto de esta nueva fe, como fruto de este nuevo camino que hemos decidido seguir. Y el tercer plano se trata de nuestro corazón.

La última pregunta del Señor iba apuntada al corazón de aquel joven. A pesar de que la petición de Jesús parecía muy dura, era necesaria. Él tenía que llegar hasta el corazón. Para aclarar un poco lo que sucedía allí, quiero tomarme de las palabras de una escritora muy conocida del mundo cristiano – “Cristo leía el corazón del gobernante. (2) Sólo le faltaba una cosa, pero ella entrañaba un principio vital. Esta falta, a menos que fuera suplida, resultaría fatal. Toda su naturaleza se corrompería. Para que pudiera recibir el amor de Dios, debía renunciar al amor supremo que él tenía hacia sí mismo. (...) Las palabras de Cristo fueron palabras de sabiduría, aunque parecían severas. El aceptarlas y obedecerlas eran la única esperanza de salvación del gobernante. Su posición y sus posesiones estaban ejerciendo una influencia sutil para el mal sobre su carácter. Si las conservaba, suplantarían a Dios en sus afectos".(3)

La obra de Jesús en nuestras vidas tiene que llegar a lo más profundo de nuestro corazón. Nuestro primer paso fue creer en él, el segundo fue aprender a cambiar comportamientos externos de nuestra conducta. Pero para que esta salvación se complete en nuestras vidas, Jesús debe ser Señor en todas las áreas de nuestro vivir. Y él sabe donde está puesto nuestro corazón. En el caso del joven rico, su corazón estaba en sus riquezas. Sin embargo, este puede estar puesto en muchas otras cosas o personas, en el trabajo, en la familia, en el cónyuge, en la búsqueda del placer, etc. Pero no somos nosotros quienes deben determinar esta realidad. Necesitamos la ayuda de Dios para descubrir donde está nuestro corazón.

Jesús dijo en cierta oportunidad: “Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón(4). Este tesoro es el que va a estar siempre gobernando y dando la pauta de nuestras acciones. Si este tesoro está en las cosas de esta tierra, estas conducirán nuestras vidas de acuerdo a su propia naturaleza, inconstante, falible, imperfecta y, muchas veces, también maligna y perversa. Poner el tesoro de nuestro corazón totalmente en Dios, significa tener una guía segura y equilibrada para nuestros pasos.

El camino de la salvación parece largo. Y, aparentemente, es difícil seguirlo. Pero, como les comenté en el texto “La Felicidad y El Perdón”, Jesús ya abrió la puerta y ya preparó el camino. Nosotros solamente debemos seguirlo. La salvación está al alcance del hombre. ¿Cómo se alcanza? Permitiendo que Jesús pueda atravesar los tres planos de nuestras vidas, nuestra fe, nuestras obras y nuestro corazón.

¡Dios los bendiga!


(1) San Mateo 19: 20 y 21; Sagrada Biblia, versión Nacar-Colunga, Editorial Católica S.A., Madrid, 1964;
(2) El joven rico también era considerado un importante un príncipe o gobernante entre el pueblo.
(3) Elena G. De White; “Él es la Salida”, Asociación Casa Editora Sudamericana, Buenos Aires. 1992. Pág. 249;
(4) San Mateo 6: 21; Sagrada Biblia, versión Nacar-Colunga, Editorial Católica S.A., Madrid, 1964.

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